“Maestro, daría mi vida por tocar como usted”.
Y Andrés Segovia contestó: “Ese es el precio que pagué”.
Las enseñanzas profesionales de música conforman una etapa educativa muy exigente. Organizadas en seis cursos, están destinadas a alumnado de 12 a 18 años de edad y proporcionan una formación muy completa
aquí no hay duda. Son enseñanzas con un marcado carácter profesionalizador y deben ser cursadas por un alumnado con la aptitud, la edad idónea y la capacidad de esfuerzo y dedicación necesarias para compaginarlas con las enseñanzas de régimen general (ESO y Bachillerato). Este esfuerzo es compartido por la misma administración educativa que destina una gran inversión para sufragar estas enseñanzas, pero también por el profesorado y por las familias. Además, al finalizarlas, el alumnado obtiene un Título Profesional de Técnico que le capacita para impartir docencia en las escuelas de música. Así que bromas, las justas.
Las discusiones sobre estas enseñanzas se han articulado básicamente en los siguientes aspectos:
- Las medidas que permitan al alumnado simultanear estas enseñanzas con las enseñanzas de régimen general y evitarle unos sobreesfuerzos considerables.
- La finalidad de estas enseñanzas: ¿propedéuticas o finalistas?.
- Y claramente vinculado a los dos primeros ejes, ¿Se debería aligerar el currículo de estas enseñanzas, es decir rebajar la carga lectiva?
Dejamos para otra ocasión debates muy interesantes como la validez y el contenido de este Título de Técnico y su posible incardinación dentro de la Formación Profesional.
Vayamos por partes. Como repetimos hasta la saciedad, el alumnado que cursa estas enseñanzas realiza un gran esfuerzo; además de las jornadas escolares en los centros de enseñanza general, debe proseguir después con unas enseñanzas que en los últimos cursos exigen una carga lectiva de hasta once horas semanales por término medio. Si a estas horas le sumamos las necesarias para el estudio individual, la cosa se pone mal. Un clásico.
El alumnado que cursa estas enseñanzas realiza un gran esfuerzo, además de las jornadas escolares en los centros de enseñanza general
Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? ¿No estaremos asistiendo a una presión de quienes saben que no proseguirán las enseñanzas superiores pero quieren obtener el título? La comprensible titulitis. ¿Es sensato aligerar el currículum, que incide en la calidad, para satisfacer a quienes no van a continuar los estudios superiores? Creo firmemente que debemos atender prioritariamente los intereses formativos de aquellos destinados a ser los profesionales del futuro, tal como dice por otra parte una Ley Orgánica. A no ser que demos por sentado que los alumnos aprenden más cuanto menos vayan al conservatorio.
Y nos parece muy loable que el alumnado quiera finalizar estas enseñanzas aunque no prosiga en las enseñanzas superiores. Sin duda, debemos ayudarles y son muchas las herramientas de las que dispone el profesorado para atenderles adecuadamente sin necesidad de rebajar el nivel de exigencia del conjunto de las enseñanzas: adaptaciones curriculares y medidas de flexibilización curricular.
Relacionado con esta cuestión, encontramos el debate sobre la finalidad de estas enseñanzas: ¿finalistas o propedéuticas? El Real Decreto 1.577/2006, que regula los aspectos básicos del currículo de estas enseñanzas, establece la doble finalidad, pero hay muchos matices en función de hacia dónde nos decantemos.
Perfiles e itinerarios
En algunas comunidades autónomas difuminan el carácter propedéutico y se ha puesto de moda establecer perfiles e itinerarios en los dos últimos cursos, llegando a situaciones en mi opinión casi esperpénticas: perfil de Composición por poner un ejemplo. Afortunadamente, aquí todavía no.
Opinamos que el carácter profundamente profesionalizador de esta etapa educativa debe ser compatibilizado con su enfoque propedéutico, es decir, de preparación para las enseñanzas superiores. No es una contradicción, al contrario. La especialización debe venir en el Superior pero la preparación exige una especie de bachillerato musical comprehensivo (igual para todos) muy exigente.
Opinamos que el carácter profundamente profesionalizador de esta etapa educativa debe ser compatibilizado con su enfoque propedéutico, es decir, de preparación para las enseñanzas superiores. No es una contradicción, al contrario. La especialización debe venir en el Superior pero la preparación exige una especie de bachillerato musical comprehensivo (igual para todos) muy exigente.
La especialización debe venir en el Superior pero la preparación exige una especie de bachillerato musical comprehensivo (igual para todos) muy exigente
Al final, solo pocos conservatorios consiguen que un 50% del alumnado realice la prueba de acceso a los conservatorios superiores y algunos centros, según confiesan sus directores, apenas llegan al 20%. Éste debería ser el gran debate.
Y esto, en un territorio con 74 conservatorios profesionales que sus responsables quieren llenar obviamente. ¿Estamos asistiendo a una presión social y a una realidad que desvirtúa de nuevo esta etapa educativa para ocupar un espacio que corresponde a las escuelas de música? Aquí es válido aquello de que “para este viaje no hacían falta estas alforjas”. Una vez más, seguimos pagando un alto precio por no disponer de unas enseñanzas no regladas bien encauzadas y más asequibles que den salida a muchos que hoy andan perdidos por los conservatorios profesionales. Es lo que hay.
Formación integral y de calidad
En definitiva, el éxito de estas enseñanzas radica en conseguir una formación integral y de calidad de carácter generalista que dote al alumnado de una buena base para acceder a las enseñanzas superiores donde recibirá una enseñanza especializada de índole superior.
Por ello, el Decreto 158/2007 todavía sigue siendo válido aunque precisa de retoques que lo mejorarían, entre ellos, la regulación de la optatividad. La cosa no ha ido mal, así que mejor abstenerse de aventuras.
A partir de aquí, la responsabilidad última reside en los centros y el profesorado cuando confeccionen sus proyectos educativos y evalúen su aplicación. Es muy importante insistir en la edad idónea, porque los alumnos que a los 18 años no han finalizado estas enseñanzas, por brillantes que sean, abandonan y deciden ir a la Universidad, todo menos retrasar un año su formación superior.
Esto debemos tenerlo muy en cuenta los equipos docentes y utilizar las ampliaciones de matrícula con flexibilidad e inteligencia y de esta manera mitigar el abandono. Aquí está, según mi modesta opinión, el ámbito fundamental de mejora.
El debate está servido nuevamente.
Fani Blanch dice
Aprofite este comentari per a donar l’enhorabona a Manuel Tomás per l’article que acabe de llegir.
Demostra un conèixement exhaustiu del món musical, i que les opinions que es poden obrir en el debat que proposes, de segur que van a ser molt interessants.
Felicitats a Manuel Tomás ¡¡¡¡¡¡¡¡